Los músicos norteamericanos de principios de siglo XX seguían fielmente las directrices modernistas s europeas hasta la aparición de los primeros Originals: Charles Ives, Henry Cowell o Charles Seeger.
Estos compositores no sólo eran estadounidenses de pura cepa sino que defendían una tradición musical autóctona diferente a la europea y por extensión una manera diferente de crear nueva música que desembocará en la aparición de una multitud de compositores-experimentadores de vanguardia como John Cage, Lou Harrison o Lamonte Young. El enfoque del complejo y concienzudo modernismo europeo se transforma en EEUU en una serie de experimentaciones desinhibidas y aleatorias sólo aparentemente irracionales.
Con un ojo en las ricas y variadas tradiciones musicales americanas y el otro en la música de otras culturas, los músicos norteamericanos fueron más allá derribando prejuicios e investigando, viajando, combinando su música con otras artes y trastocando por completo la sensibilidad musical convencional e incluso la modernista. Especialmente Cowell y más tarde su alumno John Cage recibieron duros ataques de la crítica ( una crítica que en aquella era podía resultar en muchas ocasiones reaccionaria hasta niveles rídículos) . Cowell pedía un acercamiento auditivo para el que el publico de entonces no estaba preparado. Como en una de esas historias arquetípicas del artista adelantado a su tiempo, Cowell sufrió el maltrato de la crítica y el olvido del público en mayor medida que su sucesor, John Cage.
Una de las técnicas más criticadas fue precisamente la de utilizar el piano como un instrumento de percusión o la de utilizar la resonancia especial de las cuerdas tocadas directamente con ausencia de melodía, armonía o ritmo. En The Banshee(1925), una de sus obras más conocidas manifiesta su interés por la mitología irlandesa. La banshee es un espíritu femenino que alerta a una familia sobre la muerte inminente de uno de sus miembros al hacer un sonido de lamento bajo las ventanas de la casa familiar. Cowell evoca este gemido, llamado "keening", haciendo que un pianista manipule directamente las cuerdas del instrumento con sus manos, a veces raspando una uña a lo largo de las cuerdas para crear un grito sobrenatural. El resultado de esta técnicas sobre las cuerdas del piano recuerda claramente a los sonidos electrónicos que aparecerán décadas más tarde.
Para intérpretar esta obra, se necesitan dos intérpretes uno accionando las cuerdas del piano y el otro pisando el pedal de resonancia. La música, escrita una octava más alta de lo que suena, requiere que el intérprete accione las cuerdas en diferentes formas especificadas por el compositor: utilizando la palma de la mano, las uñas o la yema de los dedos, etc. Aunque las notas están indicadas y la pieza tiene instrucciones de tempo específicas, el oyente escucha fundamentalmente un grito y extraños gemidos de ultratumba, como si de una psicofonía se tratase.
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